Subversivos, dictatoriales, populistas, demagogos,
autoritarios, negros brutos, ignorantes, grasas, vagos, matones, delincuentes, mafiosos,
soberbios…
¿Cuántas veces se
dijo? ¿Cuántas páginas de diarios, revistas, libros y guiones cinematográficos
se cubrieron de estas palabras? Parece que el peronismo es todo eso junto. Es decir:
una porquería… Así al menos lo han presentado en el mercado los publicistas de
la política.
Sin embargo, y a pesar de tanta campaña marketinera en
contra, al movimiento político mas popular de la historia argentina no le ha
ido tan mal. Sigue contando con la fidelidad de la mayoría de la gente que
habita este territorio, un valor difícil de encontrar en otras experiencias,
sobre todo si se repasan los obstáculos que se interpusieron en su camino y los
“desafíos” propuestos por sus opositores a lo largo de su todavía joven
existencia: odio y denigración, bombardeo y fusilamiento, negación y
proscripción, secuestro y desaparición, vaciamiento y traición.
El sacrificio que las gentes mas arraigadas de nuestra
tierra hacen por el peronismo se mantiene, inclusive, pese a la adulteración
que ha sufrido por parte de algunos comerciantes de la política que en su
nombre, y con la excusa de modernizar su envase, trataron de vaciarlo de su
contenido original…
Una minoría, que en estos tiempos de espíritu light se
deleita con placeres mas livianos e incorpora a su cuerpo ideas descremadas, se
arroga el derecho de poner a dieta a todo el país presentando al formidable
movimiento- a través de la propaganda política- como algo altamente peligroso
para la salud pública, lleno de contraindicaciones, tóxico, se diría que casi
mortal.
Sucede, entonces, que por la pasarela del modelo
consumista contemporáneo desfilan unos cuantos argentinos pretendidamente
cultos e informados a los que previamente, en la peluquería de las grandes
marcas de cosméticos, les han lavado la cabeza y acondicionado la mente para
llenársela de preconceptos, sofismas, verdades que no son.
No importa: aunque existan revolucionarias tinturas que
vuelven a las ideas brillantes y sedosas, al cabo de unos meses las canas
vuelven a aparecer. Y con el paso del tiempo, ya entrada la calvicie, solo
queda el recurso de la peluca para cubrir la escasez de argumentaciones y pensamientos
verdaderamente firmes y sólidos.
Que aquellas definiciones acerca del peronismo y el
sindicalismo, desde la categorización de fascistas hasta la de mafiosos,
pasando por todas las estaciones de la difamación, sean moneda corriente en la
opinión de amplios sectores “medios” de la Argentina, es el resultado de un
trabajo de mucho tiempo por parte de la oligarquía de la comunicación.
Este sistema logró moldear una masa amorfa aunque no
homogénea, ni en lo social ni en lo ideológico, que fue “mediatizada” a tal
punto que hoy perdió la capacidad de pensar y razonar por sí misma. Esta nueva “clase
urbana” se transforma en una repetidora de conceptos e ideas ajenas, “importadas”
desde esos centros de poder que elaboran el discurso para mantener el dominio
sobre las grandes mayorías nacionales.
Un asunto vital, de supervivencia: la política (y dentro
de ella, claro, el peronismo) abandonó hace bastante tiempo el cultivo de las
ideas centrales que necesita un pueblo para valerse por sí mismo. Si antes nos
formaban para el conocimiento, tanto de nosotros mismos como de los enemigos,
ahora intentan formatearnos para el nuevo orden social: consumismo y pasatismo…
Por eso es tan importante el bagaje doctrinario con que
el peronismo del presente, el kirchnerismo, dota a cada una de las decisiones
de gobierno. Y por eso es tan importante también la tremenda batalla cultural
que representa la aplicación efectiva de la Ley de Medios, que el monopolio Clarín
resiste desesperadamente y a cualquier precio. Superada la etapa en la que los
poderes económicos mundiales avasallaban a los países a través de la vía
militar, el sistema de dominación tiene hoy en los diarios y la televisión, en
la radio y los canales de noticias, a sus nuevas “fuerzas de ocupación”.
Se hace difícil encontrar en la historia de la prensa argentina
un período como este, en el que se quiere presentar como modelo de honestidad e
inmaculadez a un sector tan corrompido que en nombre del libre pensamiento y la
independencia informativa ha bastardeado de manera escandalosa el ejercicio
periodístico…
(Gran parte de las opiniones vertidas, y citas textuales corresponden al libro "Diario de guerra" de Claudio Díaz,periodista, escritor, docente, investigador y militante peronista).